viernes, 26 de octubre de 2012

Vivencia de una convivencia

Soy un chico que nació y vivió siempre en un pueblo, esa era mi etiqueta y mi forma de hablar me identificaba allá donde iba. Pero crecí y descubrí que el mundo era más que un pueblo y una universidad, era un espacio que estudiar, que conocer y disfrutar. Pero siempre me quedó el pueblo detrás, era como la distancia de Correos, que siempre que me movía pasaba por ese punto.

Pero llegó el doctorado y el empezar a cobrar por mi trabajo, un trabajo que aumentaba exponencialmente y tuve que tomar la decisión de poner un punto de origen más cercano al lugar de trabajo.

Fue la ayuda de una mujer que para mi es como una hermana mayor, la que me sirvió para conocer el lugar más suecano de toda Valencia, y del cual me quedé enamorado la primera vez que lo vi; no sentí las mariposas, pero sentí el aire fresco de un octavo piso con vistas a toda valencia. Toda ella a mis pies. Me sentí como encima de la montaña de Cullera y mirando toda la albufera de Valencia desde 300 metros de altura.

Y de Cullera era mi compañera, una mujer que recordaré por su música hippie, su felicidad y su aceptación de un hombre que era como un polluelo acabado de salir de su cascarón. Ella se convirtió en una amiga que me dejo mi espacio para sentirme bien, y para sentir arropado en mi nuevo hogar. No hizo falta mucho para ello y para varias fiestas que lo corroboraron.

Pero todo acaba... Y la crisis le hizo a ella perder el trabajo, y encontrar otro en Barcelona, donde seguir con su futuro. Y por tanto, yo tengo que seguir el mío, en otro lugar, otro punto tiene que convertirse en mi nuevo origen, en mi nuevo refugio. Encontré ese lugar muy cerca de mi lugar de trabajo, con alguien conocido y que me llevo bien, y con muchas comodidades, guiado por la razón. Seguro que ese será un gran lugar.

Pero para saberlo me queda tiempo y la creación de nuevos momentos que estoy deseando vivir. Estás invitado.

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